Creen los budistas que el Vacío también compone el universo, igual lo creían los existencialistas, lo llamaron la Nada, en la música eso es el silencio, en la escritura el espacio.
Imposible de probar pero también de negar, es la marca de la ausencia, el nombre de lo que falta, invisible y hasta intangible pero no imperceptible.
Los antiguos la reconocían y también le asignaron un sucesor, las implicaciones infinitas que el necio no comprende y entonces evita y con un manotazo al aire, que todas las contiene, desecha.
Pero el Caos no es desorden, es confusión, no la suma de todo, es su relación.
Cuando los budistas listaron los elementos del universo contaron con la iluminación para considerar el Vacío, les faltó el arrojo de añadir el caos, que nombra el desordenamiento aparente de una madeja que no terminamos de desenredar, y que las máquinas, adelantan para iluminadas decidir como la sabiduría primordial, desde la aleatoriedad.