Corto el lichi para comerlo y lo siento escurrir, lo hago entonces más lento, sólo quiero utilizar una mano para dejar la otra libre.
Comer parece siempre la peor de las ideas cuando estoy leyendo y sin embargo es la mejor.
Me limpio la mano con un trapo para no ensuciar el libro, pienso en dejar algunos para más tarde pero no puedo.
Agarré el libro por los lichis y no los lichis por el libro. Ya lo he leído antes. En el primer relato cuenta de un amor y una lucha entre hadas y demonios.
Me abro otro lichi (la palabra es fascinante, el árbol es asiático y se da, igual que la Yaca, en Nayarit)
La cáscara es aspera, rugosa, sinuosa, el aroma es maravilloso, me recuerda siempre a uvas, pero también es como melón y duraznos, ciruelas.
Ya tiene días que me los regalaron, entonces están perfectos, muy jugosos (la carne es tan suave), pienso de nuevo en uvas, pero luego tropiezo con esa semilla tan grande, carozo diría.
Pienso de nuevo en la Yaka: la fruta de los mil sabores, originaria de la India.
Rambután me escucho diciendo lentamente, otra fruta éxotica.

Briseida Alcalá
Detrás de mí están mis libros, detrás de mis libros estoy YO.
Busco siempre la aventura del color, el aroma y el sabor.
