El éxito del conjuro implicaba un riesgo, uno que pocas películas de horror han evitado: convertirse en franquicia.
La película empieza bien, con esa familiaridad de su predecesora. El mismo intro donde conocimos a la muñeca depositaria del mal. Nos frotamos las manos en anticipación. Esperando que el miedo nos recorra la espina y Annabelle empiece a internarse en nuestras pesadillas.
Al acertado intro le sigue una primera parte deslucida y lenta. Inesperado viaje en el tiempo a 1969 para conocer a John (Ward Horton) y Mia Form (Annabelle Wallis), jóvenes esposos que están esperando un bebé. Extraña decisión la de olvidar el caso que ya conocíamos para internarnos en personajes nuevos y francamente insustanciales. La pareja protagonista es increíblemente sosa y aburrida,
Basada en un hecho real, realidad es precisamente lo que adolece Annabelle, cosa que no le faltaba al conjuro o más que realidad, coherencia. El tratamiento religioso que anticipa la primera parte de la cinta, es después olvidado y retomado a medias en la conclusión. Los personajes no se consolidan, especialmente la muñeca, lo cual es lo más grave. No quedan muy claras las intenciones del mal, ni sus motivaciones o finalidad. Larga, larga la espera para la llegada de la muñeca, larga y más larga para su manifestación y mucho más larga y vana para una acertada conclusión.
Se siente la mano inexperta en la dirección de John R. Leonetti quien nos hace extrañar inmensamente a James Wan, que probablemente estaba muy ocupado con la secuela del conjuro como para ocuparse de esta precuela que además hace las veces de “spin-off”.
Algunas secuencias están bien logradas, en especial al final, pero remiten a una mezcla de mejores o por lo menos más célebres películas como el exorcista, Chucky y el títere.
Finalmente, Annabelle se convierte en un mero puente entre las dos entregas del conjuro, uno cuya cuestionable calidad somos los espectadores quienes tenemos que pagar.
¿Más inspiración?
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Briseida Alcalá
Detrás de mí están mis libros, detrás de mis libros estoy YO.
Busco siempre la aventura del color, el aroma y el sabor.
