VIDA es la primera palabra que escribe Gabriela Mistral con la claridad de una poeta que es también una mística, una iniciada en la contemplación, consciente de la hermosura de su alma que confirma su relación con la palabra, atormentada sinónimo por la precariedad de un cuerpo de rodillas toscas.
La poeta es también una madre aún sin hijo, quizá hasta una inmaculada, definitivamente una devota que busca acercar el agua a los que como ella padecen de sed.
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«carne fatal, delante del destino desnuda, carne que odia la muerte».
La herida de una mujer huérfana, en una patria tan dolida, donde un Cristo desangrado y vejado se convierte en un símbolo y en un lugar para llorar y desesperanzar del inframundo, una tristeza grande y azul, agreste, ronca explican esa angustia, dolor y pesar.
La espiritualidad de los poemas muestra la capacidad salvadora de la palabra.
«La belleza es la sombra de Dios sobre el universo».
Figuras naturales, sociales y divinas, el árbol, la maestra, la señorita, Santa Teresa y por supuesto un Cristo sacrificado pero también redentor.
Una tripulante de esa barca de Caronte, surcando siempre los mares de Chile: un país azul, dolido y largamente herido, maltratado, machacado, sofocado; ansias por el cielo que comparte con poetas hermanos, como Vasconcelos, a quien con ternura llama «árbol hermano«.
La palabra como consuelo de ese corazón siempre vertido pero nunca vaciado.
Bendito sea el verbo de los poetas en tu boca.
Gabriela Mistral.
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Briseida Alcalá
Detrás de mí están mis libros, detrás de mis libros estoy YO.
Busco siempre la aventura del color, el aroma y el sabor.
