Ese instante nos unió sin palabras, entre ropa, gestos y silencios que nadie más podría comprender.
VOZ DE ELLA
Lo vi ahí.
Y supe que era tuyo.
No hacía falta que dijera tu nombre,
ni que tuviera una nota escrita,
ni una promesa.
Estaba caliente.
Como si me esperara.
Como si tú lo hubieras dejado con la intención de que lo encontrara justo así:
con el vapor aún latiendo.
No miré alrededor.
Nadie necesitaba saber.
Lo tomé.
Un solo trago.
Ni siquiera por sed.
Por ti.
Por eso que se instala en mí cada vez que estás cerca.
Por esa forma en que dejas cosas a medio decir,
y yo las completo con el cuerpo.
Sentí el borde donde pones los labios.
Y me ardió, apenas.
No por la temperatura.
Por el atrevimiento.
Volví a dejarlo en su sitio.
No lo moví mucho…
pero sabía que tú lo notarías.
Y cuando lo hicieras,
cuando vieras el agua distinta,
el café un poco menos lleno,
pensarías en mí.
Y sabrías.
silencio, deseo y cuidado suspendidos solo entre nosotras.

