Los primeros universos son siempre musicales.

Revelarse con el metal o expresarse en él, servirlo o estar a su servicio, quizá hasta servirse de él.
Extraviarlo como una manera de rebelarse de un embrujo que sostiene y somete una existencia entera.
Las alucinaciones en las que el cuerpo se funde con el instrumento. Saxofón, solo, esa aberración, esa singularidad, ese instrumento por excelencia del Jazz.
Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima.
OCTAVIO PAZ
Julio Cortázar, el perseguido
«En lo que quedaba, una mezcla de gris y negro, nos hemos reconocido mejor».
1.
No todos los cuentos soportan una relectura sin desmoronarse. El perseguidor no solo la soporta: la exige. Es su forma de respirar, como Johnny, que cada vez que toma el saxo no repite, sino que redescubre.
«Johnny seguía mis palabras y mis gestos con una gran atención distraída, como un gato que mira fijo pero se ve que esta por completo en otra cosa; que es otra cosa«.
2.
«Si quieres saber lo que realmente siento, yo creo que la música me metía en el tiempo».
Cortázar no escribió sobre jazz: escribió como el jazz. Imaginó a Johnny Carter desde Parker, pero también desde Oliveira, desde ese exilio interno que nunca dejó de dolerle. Lo entendió como se entiende a un espejo: sabiendo que refleja otra luz, otro tiempo, otra lengua.
3.
El perseguidor no era Johnny. El perseguidor era él. O peor: era el lenguaje. Ese lenguaje que se le escapaba cuando intentaba asir lo sagrado, lo invisible, lo inasible. Porque, como en Rayuela, Cortázar nunca quiso contar una historia: quiso tocar una verdad.
¿Qué gracia va a tener darse
cuenta de que uno ha pensado algo?
4.
Cuentan que Rayuela nació en las noches largas de París, pero yo creo que comenzó en el soplido del saxofón, en una de esas madrugadas donde ya no se distingue el pensamiento del delirio. Cortázar escribía como quien improvisa: con el miedo a tocar una nota que no existe todavía.
«Like a cat in a bag, waiting to drown
The Drugs Don’t Work, Canción de The Verve ‧ 1997
This time I’m coming down«.
5.
Belga de nacimiento, argentino por destino, nómada por condena: Cortázar supo que no se pertenece a ningún lugar cuando se escribe desde todos. París fue su ciudad, pero también su frontera. Como Johnny, vagaba entre lo visible y lo real, lo que se puede decir y lo que apenas se intuye.
«El es la boca y yo la oreja».
6.
Si El perseguidor es su mejor cuento, no es por el personaje ni por la estructura, sino por el temblor. Ese temblor que vibra en cada frase y que no se puede explicar. Como la música, como la muerte, como el amor. Como lo que se escapa justo cuando creemos entenderlo.
El punto es siempre final.

Briseida Alcalá
Detrás de mí están mis libros, detrás de mis libros estoy YO.
Busco siempre la aventura del color, el aroma y el sabor.
