«(you sign your name, you sign it in blood)«
«Firmas tu nombre, lo firmas con sangre«.
Diablo es el nombre de la encarnación maligna que toda madre teme y que responde al nombre de sexo.
Margaret White no es una fanática religiosa sino una mujer reprimida, miembro de la Generación Silenciosa, temerosa de los Castigos Divinos de la Guerra y la Gran Depresión.
Plasma y células en la sangre que clama para lavar, una expiación que Estados Unidos no termina de completar; una Medea insaciable por sangre siempre fresca; vampirismo renovado.
Dios puso a prueba a Abraham al pedirle que sacrificara a su propio hijo Isaac.
La Corona de Olivo es también la de Espina en una noche de graduación que lacera todos los espíritus de los disminuidos mientras alza las testas de ese deleznable vocablo: popular.
Todo está ahí, el automóvil y su poder como la maquinaria estadounidense que aniquila la capacidad de andar para deformarla en la de arrollar.
La soledad del joven prometedor y también la rabia acumulada del justiciero en Tommy; un Goliat con complejo de David.
El monstruo es siempre el resultado de la ambición que funda lo humano.
Frankenstein adolescente, Tommy busca resarcir las injusticias con galantería. El resultado no es previsible pero sí horroroso. Y la víctima no puede ser más que femenina.
Culpa es el único pecado, esa manera absurda de nombrar la responsabilidad para repartirla.
Carrie no puede olvidar porque no puede perdonar; su revolución es feminista porque aniquila desde el castigo que deja de ocultar el poder de la mujer cuando se asume sexual.

