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La voz que no murió: Scheherazade en memoria y palabra de Edgar Allan Poe

En este texto me acerco a Scheherazade desde mi piel: hija de las noches que hablan, guardiana de relatos que resisten. Aquí no cuento un mito para repetirlo, sino para evocarlo y regresarlo a su origen como una mujer que narró su propia salvación.

Todas mis noches son árabes, porque las relata una mujer.

La voz narradora no es anónima sino reina.

La ignorancia se combate con palabras cuando se imagina.

Un arrullo es una canción que una madre siempre entona cuando busca reproducir.

La historia nunca es mínima porque siempre es pequeña.

La verdad es más extraña que la ficción
Antiguo adagio

Recuperar la figura de una mujer es conocerla para adorarla como la única manera auténtica de honrarla.

Inmortalidad la que ofrece su seno perfumado.

La noche es el lugar del encuentro de los amantes desde ahí un hombre escribe porque recuerda Edgar Allan Poe honra con un cuento inédito la memoria de su propia reina cuando apenas era una princesa.

Rescatar la imaginación cuando todavía no se conocía la ciencia y tener el valor de honrar esa mítica Tierra de las Maravillas: Persia.

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