Hay un instante en que una canción puede cambiar la manera en que respiramos. John Lennon entendió eso como pocos: sus palabras eran brazos abiertos, y su activismo, un abrazo que atravesaba muros.
Pensar en Lennon es pensar en Imagine: no como un himno lejano, sino como un llamado a sentir el amor como fuerza política, como energía capaz de transformar conflictos, de desafiar la injusticia, de sostener la utopía aunque el mundo no la quiera.
Era un hombre que comprendía que la paz no es solo ausencia de guerra, sino presencia de cuidado. Que amar podía ser un acto revolucionario, y que cada gesto público, cada canción, cada protesta silenciosa podía mover conciencias.
Mientras escribo esto, escucho su voz y siento cómo el eco del activismo atraviesa la música: el pulso de una guitarra que no solo suena, sino que sostiene una idea, el tambor que no solo marca ritmo, sino que marca resistencia, la letra que no solo se canta, sino que abre corazón.
Lennon nos enseñó que amar es un compromiso diario,
que exigir justicia y libertad es también cuidar de los demás,
y que la creatividad no se limita al arte: puede ser el arma más suave y potente del mundo.
Hoy, recordarlo es recordar que el activismo no siempre se hace con gritos, sino con canciones, abrazos, mensajes, visiones de un mundo donde el amor se convierte en fuerza imparable.
