Compré una bolsa pequeña para simplificar.
La idea era linda: dejar de cargar el teléfono en la mano, llevar solo lo esencial.
Llaves, cartera, lip therapy y un gloss —por si acaso.
Pero apenas la estrené, ya estaba intentando meterle un cepillo, la crema para peinar, un chicle, el perfume y la fe.
Y claro, el celular terminó regresando a mi mano, como si no pudiera estar en ningún otro lugar.
Supongo que la bolsa pequeña es un intento de orden que se rinde ante la realidad de ser yo.
Porque me gusta la idea de lo mínimo, pero también me gusta sentir que todo está cerca, que puedo retocar el brillo o el ánimo si hace falta.
Así que ahí voy: medio Libra, medio caótica, con la bolsa cerrando a la fuerza y el teléfono en la mano, como un accesorio más del día.
