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Machine Thinker

All Black

Hay días en que vestirse de negro no es moda, es instinto.

En el gimnasio, todo negro.
La licra, la playera, los audífonos.
Ni una línea de color, ni un gesto que distraiga.

No es que quiera pasar desapercibida.
Es más bien lo contrario: quiero estar en mi centro.
Que nada hable por mí más que el cuerpo en movimiento.

El negro concentra.
Absorbe el ruido, los espejos, la mirada ajena.
Se vuelve una especie de armadura silenciosa, una forma de decir sin hablar:
estoy aquí, pero no para ustedes.

En temporada Escorpio, me gusta eso:
vestirme de energía contenida, de deseo quieto,
de ese tipo de poder que no necesita mostrarse para saberse fuerte.

A veces, mientras hago una serie, veo mi reflejo y me reconozco distinta.
No hay adorno, ni intento de luz.
Solo la fuerza que viene de adentro, del lugar donde una se encuentra después de haberse perdido un poco.

Y me gusta pensar que el negro no cubre —revela.
Revela la intención, la resistencia,
y esa manera secreta de estar viva sin decirlo todo.

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