Al cruzar la entrada del Museo Emilia Ortiz, uno no solo ingresa a un edificio, sino a un recorrido por la historia artística y cultural de Tepic. Cada arco, cada patio y cada detalle arquitectónico invita a detenerse, mirar y sentir la memoria viva de nuestra ciudad.
Arquitectura y espacios interiores
El piso, dispuesto casi como un tablero, guía nuestros pasos a través de salas que combinan arquitectura y arte. Los arcos enmarcan la luz, y los patios interiores se abren como respiraderos de calma en medio del bullicio urbano. Algunas paredes en blanco y negro acentúan la fuerza de las obras y permiten que los colores de ciertos detalles cobren protagonismo de manera inesperada.

Un centro cultural vivo
Más que un museo, este espacio se ha convertido en un centro cultural vital. Conserva piezas históricas, ofrece exposiciones temporales y fomenta actividades que conectan a la comunidad con su identidad artística. Cada visita se siente como un descubrimiento, un diálogo silencioso entre el pasado y el presente de Tepic.


Arte y memoria en cada rincón
Como decía Marcel Duchamp: «El arte es un punto de vista, no una cosa.» En el Museo Emilia Ortiz, cada visitante encuentra su propio punto de vista, un instante que permanece más allá de la visita, en la memoria y el corazón de Tepic.

Arte y memoria en cada rincón
Como decía Marcel Duchamp: “El arte es un punto de vista, no una cosa.” Y aquí, en el Museo Emilia Ortiz, cada visitante encuentra un punto de vista propio, un instante que permanece más allá de la visita, en la memoria y el corazón de Tepic.
