Destroyer

Una detective de policía se aboca al ajuste de cuentas de una deuda contraída mientras trabajaba como agente encubierta en Destroyer de Karyn Kusama.

El filme se cimenta en la actuación de Nicole Kidman, quien presta la totalidad de su ser a Erin Bell, una mujer consumida por la ira de la pérdida. La actriz utiliza todo el cuerpo para transmitir el estado de abatimiento; desde la postura contrahecha, las manos tensas, la voz apenas un resuello que confirma que sigue viva.

El guión transita las convenciones del género, sin preocuparse por ellas, dejando que el personaje se desarrolle con la plena conciencia de sus responsabilidades. Los diálogos son parcos, escuetos. 

Su apariencia, frágil y por lo tanto temible, revela una mente vapuleada por el trauma, aferrada al dolor como único mecanismo de supervivencia y también su razón. La mirada siempre perdida, la sustrae del tiempo en close ups que capturan el ensimismamiento, devolviéndola para lidiar con las consecuencias de tan recalcitrante empeño, una banda de criminales sueltos, y su carrera y maternidad en ruinas. 

La culpa, como un cáncer, la carcome desde adentro hacia afuera, dejando poco más que un cascarón para gestar el proceso del que nace una mariposa letal. La violencia se ejerce con la misma indolencia, como una píldora que se toma como remedio para un mal que ya nada puede curar. 

La directora se sirve de la edición para contraer y expandir el tiempo con una circularidad engañosa y una doble o triple vuelta de tuerca que mantienen la tensión sin entorpecer el ritmo. 

La felicidad pasada se convierte en la miseria presente, porque el trauma tiene la capacidad de hacernos avanzar, o de suspendernos en el tiempo para siempre.

Si les interesa está disponible en la plataforma de Prime Video. No la dejen ir.