Para conocer la comida de un lugar hay que visitar sus mercados, y eso en Oaxaca se llama 20 de noviembre, hogar de maravillas, con ingredientes y técnicas prehispánicas, criollas, mestizas.
Ahí abundan y se combinan el chocolate, el mole, el quesillo, la tlayuda, el chorizo, el tasajo, la horchata, los tamales y las salsas;explayados en una fiesta de sabor a la que todos están invitados.
La experiencia puede resultar apabullante para los no iniciados. ¿Dónde comer, si todo huele y se ve tan bien? Sigamos en este caso la sabiduría del lugar más concurrido y también, el más bonito, con un nombre que desde ya invita, La abuelita.
Se empieza con chocolate acompañado con una pieza de ese fantástico pan de yema que es otra singularidad más de fiesta. Después un tamal, que generoso se expande sobre la hoja de plátano que lo caracteriza, y está adobado con mole, que como es fantástico hay que probarlo también en enchiladas, y que no les falta el tasajo.
La decoración es por supuesto parte del encanto, tiras concéntricas de papel picado y lámparas de barro conforman un techo bajo el que se cobijan los comensales, que comparten las mesas comunales.
Un día sí y el otro también acudimos. Una mañana pido chocolate y al siguiente atole blanco, que no sabe a nada, pero conforta eso sí, por la temperatura y esa costumbre que te acerca a los locales, que lo beben de esos platos hondos que hacen la forma de taza. La salsa de quesos luce apetitosa en el título y me recuerda mucho al chile con queso que se prepara en el norte, y así, ahogado en caldillo rojo, coronado con frijoles forma una comida completa acompañado con unas inmensas tortillas.
La horchata, siempre deliciosa, es aquí otro infaltable, pues el melón que la conforma se expresa en trocitos que se disfrutan junto a nuez que le brindan textura.
La carta es larga y probamos lo más que se puede, para continuar el día con el hambre y la sed saciadas de la mejor manera. No la dejen ir.
Briseida Alcalá 