Se conforma así un bestiario increíble en que los animales habitan el mundo pero también lo explican, protagonizan y desentrañan, y en las que el maestro Arreola representa una cualidad no de lo bestial, ni de lo humano sino de lo existencial, con 18 retratos poéticos, pertinentes y de algún modo fundamentales, en un diálogo constante entre la literatura y la plástica.
Clásico y por lo mismo moderno, Arreola convierte la fábula no en una lección sino en un redundante loop existencial en el que las cosas han quedado para siempre fijas en una tragedia particular, exquisita y arrebatadora.
Dato curioso, de acuerdo a lo que cuenta en el Postfacio José Emilio Pacheco, el libro no fue escrito sino dictado, lo que resulta natural dado el genio de su autor y ese conocimiento desde el que se desarrolla la imaginación, con la oralidad como la vía original que transmite el conocimiento
El blanco y negro de la técnica de Héctor Xavier, pero sobre todo su destreza primordial, que expresa la vida, pero también cierta melancolía son el punto de arranque para inspirar a Arreola a desplegar toda su erudición, que sólo equipara su imaginación que nos obsequia pequeños mitos que resultan tan naturales como verosímiles, explicando el universo y también a nosotros mismos. No lo dejen ir.