Me levanté tarde porque no sonó la alarma.
Yo me levanto TODOS los días a las 4. ¿Por qué? Porque eso me da, me asegura, dos horas productivas que nada ni nadie me quita.
Primero pensé, no hay problema, todavía es temprano, luego recordé que quería grabar y me alarmé, porque la luz es todo para mí cuando grabo.
Así que bajé apurada a poner el café, porque además, el video era el del ritual, y claro me encontré todo mal acomodado.
Es también por eso que detesto las prisas: te impiden el control y la organización.
y también es esa la razón por la que hago todo con tanta antelación, porque toda vida es caótica, es decir impredecible.
Yo podría, claro, grabar otro día, pero no tengo tiempo de otro día.
No tengo tiempo de nada, de eso se trata.
A mí me importa avanzar, producir, mejorar: GANAR.
Aquí las decisiones las tomo sola y desde lo que me importa.
Entonces me pongo a resolver, calculando siempre el tiempo, haciéndolo rendir: optimiza, pienso y entro en modo robot, es decir, automático.
Pongo el café y elijo la taza, y enfurezco cuando me la encuentro ocupada, arrojo su contenido y sigo. Luego, respiro, no tengo tiempo para enojarme. «La ira mata la mente» repito la máxima Bene Gesserit.
No recojo nada de todo lo que salió volando, lo haré después, por supuesto, soy una adulta responsable.
Subo, con cuidado, el café, que está hirviendo, y acomodo mi tripié, tengo que calcular el orden de cada acción
de manera eficiente, es decir, rápido.
Me lavo los dientes cuando termino el café, cosa que no se va a notar, pero yo voy a sentir, y lo que menos necesito ahora es incomodidad. Y no lo hago rápido, porque para mí es muy importante la higiene: crucial.
No necesito, entonces, sumar a una situación tan estresante la tara, es decir, trauma de la niñez, que en situaciones así regresa y con toda su fuerza.
Veo el reloj y vuelvo a calcular la luz, tengo diez minutos antes de que salga el Sol, porque me importa remarcar la oscuridad de la madrugada, comunicar que así lo logro yo.
Tripié listo, y empiezo a grabar. Me sirve, por supuesto, que ya tenía anotada una breve idea de cómo sería el video, cosa que hago últimamente porque es lo que necesito ahora,
orden y método.
La automatización de la creatividad.
Ya sólo falta peinarme, y escucho un fuerte zumbido, no se trata de una inocua mosca, sino de una abeja, cuya presencia, por si sola, no es problema alguno, pero no sólo se va a oír en todo el video, sino que además me revolotea.
La evito como puedo y me peino. Ya he grabado todos los elementos del ritual y sólo falta el final.
Veo de nuevo la hora y tengo otros diez minutos para grabar un mejor video, ya con más calma. Lo hago entonces.
I Am Malala: The Story of the Girl Who Stood Up for Education and Was Shot by the Taliban by Malala Yousafzai
My rating: 4 of 5 stars
When violence becomes repression it reaches its lowest level and, at every time and place, it ends up affecting those who are already most marginalized, and in every society they are always girls.
Cuando la violencia se convierte en represión alcanza su nivel más bajo y, en cada momento y lugar, termina afectando a quienes ya están más marginados, y que en toda sociedad son, siempre, las niñas.
Briseida Alcalá
Detrás de mí están mis libros, detrás de mis libros estoy YO.
Busco siempre la aventura del color, el aroma y el sabor.

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