Oliver Quick llega a Oxford para constatar casi de inmediato que no encaja en un ambiente donde el recurso más preciado es belleza y dinero, que posee a raudales Felix (la cámara enamorada de la belleza de Jacob Elordi nos invita a tomar parte en el ardid) y que conocerá cuando visite la mansión familiar que nombra al filme y a la familia inmediata de Felix.
El primer acierto del filme es el cast, Barry Keoghan es tan magnético como intimidante. Sus ojos azules tan claros que ven e impiden ser vistos, contenido al máximo para mostrarse apocado, en contraste con la película sobresaturada, que nos embriaga con su belleza visual.
La película cobra su verdadera dimensión cuando aparece Elspeth, una Rosamund Pike, siempre extraordinaria, con tanto carisma que entrega líneas que en lugar de chocar divierte, como esa en la que declara que no soporta la fealdad.
Larga pero nunca tediosa la historia es sensual, por momentos provocadora, la seducción que Ollie ejerce es la que nadie ejerce sobre él.
La saturación de color nos muestra su mundo interior y los planos secuencias el tiempo que corre en su cabeza.
El diseño de arte es precioso y la vuelve pop, también memorable, pues
todos preferimos mirar lo bello.
La banda sonora es espléndida y nos remite a las maravillas con las que conecté por estar ambientada en 2006, la vuelve además, una estupenda cápsula fílmica de tiempo.
Inscrita en el género de comedia negra me parece, como anuncia el intro, tan poderosamente editado que es una invitación que difícilmente se podría rechazar.
Una oscura historia de amor, por el dinero. Me gustó.
¿Más inspiración?
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Briseida Alcalá
Detrás de mí están mis libros, detrás de mis libros estoy YO.
Busco siempre la aventura del color, el aroma y el sabor.

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