Afectada o rescatada, Bella Baxter habita la casa de su padre, el Dr. Godwin Baxter, y crece acompañada de una paternidad científica, cálida pero también experimental.
El misterio de su actuar y su origen se develan en la primer parte de la película que ocurre en un B&N con el que el director, Yorgos Lanthimos, exalta la fantasía, saturando la creatividad que mezcla la ciencia y el ensueño, con un surrealismo de figuras exhultadas y hermosas.
El absurdo del experimento social se concentra aquí en los espacios íntimos de la mansión del Doctor Godwin con el uso del gran angular que me remitía a The Favorite, con Emma Stone como eco también de ese filme.
La actriz utiliza la claridad de los ojos para asombrarse del mundo y transitarlo como experiencia, con una firmeza y fiereza interna que contraste con un marco corporal que se percibe frágil.
Situada en el Londres del siglo XIX la trama se transporta de este puritanismo a un viaje ultramar que lleva a Bella por Europa y a la película también al color, mostrando vida, matices, posturas de la elite en cuanto al conocimiento, el decoro, la clase, la existencia, la decencia, la compasión.
El viaje ofrece la posibilidad de contemplar la plasticidad del filme en la fotografía, estampas preciosas y desbordadas que exponen el vacío que consume a los viajeros.
La llegada a París da un viraje interesante para explorar la elección entre cambiar o aceptar.
Frankestein existencial más que sentimental, el guión adapta la novela homónima de Alasdair Gray para retratar eventos y situaciones en las que con curiosidad y voluntad se gesta ella misma en un mundo que determinan las ideas, los estudios, las expectativas y las necesidades ajenas.
Una mujer renace cuando apropia lo que hace y no quien se lo hace.
Me gustó.
Briseida Alcalá
Detrás de mí están mis libros, detrás de mis libros estoy YO.
Busco siempre la aventura del color, el aroma y el sabor.
