No debo tener miedo. El miedo mata la mente. El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mí a través de mí. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allá donde haya pasado el miedo ya no habrá nada. Sólo estaré yo.

Frank Herbert

Con Leto muerto y los Harkonnen apoderados de Arrakis, corresponde a Paul terminar en solitario su entrenamiento y convertirse en heredero mientras se descubre Mesías.

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Las primeras secuencias muestran toda la grandeza de la saga que magistralmente adapta Denis Villeneuve: primero las sospechas y más tarde las traiciones, las intrigas, la agenda mística, genética y política de las Bene Gesserit y también el desierto y su pueblo, con los fremen enfrentando los intentos de destrucción de los Harkonnen.

El cast es impecable, TODO, pero particularmente las Bene Gesserit. A la dame Jessica y su labor como madre de una dinastía se añaden las de una religión y un planeta. Rebecca Ferguson es el backbone de la película, aunque Florence Pugh aparece para hacer su balance, como una Irulan imprescindible, leal, fuerte y fría. Charlotte Rampling completa una trinidad generacional como Gaius Helen Mohiam, con esa cualidad etérea que aquí es también oscuramente helada.

Zendaya le brinda toda su fuerza a Chani como guerrera pero también amada, la clase de mujer enamorada del mesías que cierra la película con un poder que ya había mostrado en Euphoria pero aquí más que positivo es real.

Léa Seydoux aparece apenas 10 minutos, en una secuencia a blanco y negro tan hermosa, la atmósfera enrarecida del corazón Giedi Prime.

Timothée Chalamet sigue creciendo como Paul y se convierte en Muad’Dib; a veces es ridículo, pero siempre es sincero como dice Chani, también bello, digo yo.

El diseño de producción es embriagante y aquí lo recuerdas. La manera en que imagina y recrea los Harkonnen se vuelve hermosa y eso atemoriza. Te acostumbras a su brutal oscuridad.

El ritmo una marcha y LA MÚSICA otro increíble elemento: Hans Zimmer subyuga sin opacar la imagen. Genio.

Las secuencias de batalla emocionan, pero no por la producción y la coreografía sino por el desarrollo de la historia, el trabajo de ensamble, la dirección, la actuación, es decir porque el espectador empatiza con los personajes.

La recuperación del libro para formar diálogos resulta emocionante y entrañable.

El fanatismo, pero también las intrigas, el sacrificio, la manipulación, la resistencia, la confabulación y la obediencia de las Bene Gesserit.

Los fremen tienen más de un nombre, como todas las cosas fundamentales, el de Chani es Sihaya, «la primavera en el desierto».

He visto la clara agua en el qanat, junto a mí, tranquila y transparente, mientras un viento tempestuoso arrasaba mi corazón. Ella sorbe el café y come; sus dientes brillan en las sombras. La veo entrelazar mis anillos de agua en sus cabellos. La fragancia ambarina de su seno penetra en lo más íntimo de mis sentidos. Me atormenta y me oprime su existencia real.

Frank Herbert

Me explota todo. Lluevo.

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