Siempre me ha intrigado esa promesa que flota en el aire cuando se habla de «luminosidad», como si una pudiera encender la piel desde adentro. Yo no busco verme más joven —de hecho, me gusta mi edad— pero sí quiero que mi piel me acompañe con dignidad. Que refleje lo que he vivido sin arrastrarlo. Por eso amo este producto: La Roche-Posay® Pure Vitamin C10.
Este suero llegó a mi tocador como llegan las cosas importantes: sin hacer mucho ruido, pero quedándose. Desde la primera aplicación sentí una diferencia en la textura de mi piel, casi como si la superficie se alisara con ternura. Tiene esa consistencia suave, casi sedosa, que no se pelea con la piel grasa (yo, team poros visibles desde los 15).
Y el olor… ¡ay! Cítrico, sí, pero no agresivo. No huele a jugo de naranja, huele a algo más limpio, más elegante. Como si me dijera: “respira, vamos bien”.
🔬 ¿Qué hace esta fórmula?
Sin ponerme demasiado técnica (aunque me da curiosidad, lo admito), esto es lo que contiene:
- Vitamina C pura (ácido L-ascórbico) al 10%, que ayuda a iluminar y a unificar el tono.
- Ácido salicílico, que suaviza la textura y limpia los poros sin resecar.
- Agua termal de La Roche-Posay, que calma y equilibra.
Yo lo uso por las mañanas, justo después de limpiar el rostro y antes del protector solar. Es como un recordatorio cotidiano: dale luz a tu piel, y a tu día.
✨ ¿Qué he notado?
Lo que más me gusta: ya no me despierto opaca. Literal. Siento la piel más despierta, más pareja, como si tuviera una especie de filtro suave en la vida real. Las manchas post-acné no han desaparecido (no espero magia), pero sí se han difuminado. Y cuando aplico mi hidratante encima, noto que todo se integra mejor. Como si la piel dijera gracias.
Eso sí, un tip de cuarentañera consciente: si lo vas a usar, que no se te olvide el protector solar. La Vitamina C es maravillosa, pero no se lleva con el sol sin protección. Y aquí no andamos echando a perder lo que tanto nos cuesta cuidar.
💡 Pequeños rituales, grandes placeres
Para mí, aplicar este suero no es solo parte de la rutina, es un gesto de cariño. A veces lo hago sin prisa, frente al espejo, escuchando música bajita. Otras, lo aplico en silencio mientras repito un mantra: no hay prisa, pero hay cuidado.
Porque a esta edad, no busco “corregir” ni “detener el tiempo”. Busco estar bien conmigo, hoy. Y si algo me ayuda a brillar sin inventarme otra piel, me lo quedo.
Gracias, La Roche-Posay. Y gracias, piel mía, por seguir aquí, dándome señales de que me estás escuchando.
