No me acuerdo bien cuándo dejé de usar labial.
Tal vez fue entre una pandemia y una tristeza.
O cuando me harté de que todo se borrara con el cubrebocas,
o cuando lo que más necesitaba no era color en la boca,
sino palabras que me salieran del cuerpo.
Pero hoy, años después, regresé al gesto.
No a cualquier labial.
Volví al Almost Lipstick de Clinique, tono Black Honey.
Un color que no es rojo, ni vino, ni rosa.
Es sombra y jugo, es susurro.
Como si la boca recordara que puede vestirse sin disfrazarse.
Lo pasé sobre mis labios sin pensar.
Y de pronto, la mujer del espejo no era otra.
Era yo. Pero con el rouge que usaba cuando todavía me escribía en cartas.
Cuando soñaba con dejar una marca sin ruido,
cuando el deseo era silencioso pero intacto.
Hay labiales que se imponen.
Este se queda.
Y hoy me lo puse como quien se escribe a sí misma en el aire.
Sin esperar que alguien lo lea.
Solo para recordar que sigo aquí.
Hermosa.
Y viva.
