Volví a prepararla.
La misma tostada. El mismo aguacate.
El lemon pepper cayendo como lluvia otra vez.
No por costumbre. Por necesidad.
Hay comidas que se repiten no porque falten opciones,
sino porque el cuerpo reconoce en ellas una forma de volver a casa.
Hoy la tostada no fue un evento:
fue un rincón. Una certeza.
Una pausa breve en medio del ruido.
No le tomé foto.
No grabé nada.
Solo la comí con las manos, de pie, frente a la ventana.
Y aún así, estaba perfecta.
