Categorías
Cuarentañera

🌬️ Bitácora sensorial: el ritual de secarme el pelo

Hay días en los que me seco el pelo sin apuro.
Sin salir corriendo. Sin querer llegar a ningún lado.
Sólo quedarme ahí: frente al espejo, con el aire tibio envolviéndome la nuca.

El sonido del secador, que otras veces me molesta, hoy es fondo blanco. Un murmullo que me deja pensar.
O no pensar.
Sólo estar.

El aire me recorre la cabeza como si alguien me hablara bajito. Como si una versión de mí más calma me dijera:
«estamos bien… estás aquí».

Me gusta cómo se siente el cepillo deslizándose entre mechones húmedos.
Esa transición: de lo mojado a lo tibio.
Del caos al orden.
De lo suelto a lo definido.

A veces me miro y me río un poco.
Mi reflejo no se parece a nadie más. Ni siquiera a mí de hace unos años.
Pero hay algo mío que se mantiene:
esta ceremonia lenta de tocarme el pelo, cuidarme, volver.

Termino siempre igual:
Con el cabello tibio, las mejillas rosadas y una sensación secreta de paz.
Como si me hubiera contado algo importante sin decir una palabra.

Secarme el pelo —a mis cuarenta y tantos—
es un gesto íntimo, silencioso,
y también, sin saberlo, un acto de amor propio.

Deja un comentario