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Cuarentañera Lo femenino

La bolsa grande

Hay un momento en la vida en que una cambia de bolso sin darse cuenta.
De pronto, la bandolera minimalista ya no alcanza. Y aparece la bolsa grande, esa que podría cargar media vida dentro.

La mía es de esas que pesan aunque esté vacía, pero me da paz. Cabe el Kindle, el libro que estoy leyendo (o los dos, porque una nunca sabe), la libreta, el cargador, el bálsamo, las llaves, la barrita de proteína, los recibos doblados y los pendientes que no he querido soltar.

A veces pienso que la bolsa grande es el equivalente emocional a un refugio portátil. Ya no busco adornar, sino llevar conmigo lo que necesito para sostener el día. Es funcional, pero también afectiva: ahí van mis páginas, mis pensamientos, mis pequeñas urgencias y mis intentos de estar lista para cualquier cosa.

Supongo que esto es ser señora: tener una bolsa lo bastante grande para los libros y lo bastante propia para reconocerse dentro.

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