En «Llámenme Mike», Alfredo Gurrola utiliza el estilo del folletín para satirizar la corrupción en el sistema policial mexicano. Miguel, un agente de narcóticos, es víctima de un complot y se transforma en Mike, un justiciero. La película, de bajo presupuesto, refleja la brutalidad y vicios de la policía con un tono exagerado y crítico.
