
Felipe Ángeles supone la brillante representación de Elena Garro del lamentable final de la Revolución mexicana, cuando la transformación perseguida concluye en el asesinato del último mártir y el encumbramiento de un nuevo tirano.
Obra en tres actos, el drama sigue los hechos acontecidos luego del apresamiento y juicio del general hidalguense, rescatando en ese trozo de historia la memoria de un pueblo condenado siempre a la misma contradicción, proveyendo un espejo en el que se miren las naciones aquejadas del mismo fenómeno definitorio del siglo XX.
Inspirada en hechos reales, la decisión de la autora de situar la obra en el teatro de los héroes realza el aspecto trágico del drama humano que relata. La traición, tema recurrente de la autora, toma aquí nuevamente la forma de una mácula original que reincide en cada culmen histórico para mancillar hasta destruir a todo el que ose respetar su pureza.
Con diálogos espléndidos se discute no sólo la injusticia y abyección que sufre el personaje, sino también los cuestionables manejos de un poder que sólo destruye para perpetuarse. Maquinaciones precarias y estratagemas torpes que trocan legalidad por justicia, y desoyen la conciencia de una nación que se conoce y se niega todo el tiempo.
Los héroes se alzan sólo como preámbulo a una caída que significará su inmortalidad en la memoria. El espectador, sabedor de antemano del desenlace de los hechos, los observa con la impavidez propia de un pueblo lacerado hasta el hartazgo, para inspirarle en el conocimiento de un término que se mantiene elusivo pero no inalcanzable, la verdad. No la dejen ir.