100 años del natalicio del autor de Pedro Páramo se celebran también con un libro que explora la otra faceta de su actividad creadora en El fotógrafo Juan Rulfo.
Las imágenes son resultado de su recorrido por el país mientras trabajaba como agente de ventas, ofreciéndole la oportunidad de entender de cerca el país y su gente; templos católicos y prehispánicos, flora exuberante de árboles milenarios, cactáceas, troncos y raíces proveen el fondo de la gallardía de sus hombres y esplendor de sus mujeres, depositarios y herederos de las culturas ancestrales que en silencio dialogan con las formas sobrehumanas de sus ídolos.
Rulfo transita por la fotografía documental, sin dejar de lado la artística. Hidalgo, Queretaro, Veracruz, Oaxaca, Morelos, San Luis Potosí, Puebla, Tlaxcala y por supuesto también Jalisco y el Valle de México lo proveen con la singularidad de su sincretismo multicultural. Lo pintoresco es aquí real, pero también místico y hasta mágico.
Tomadas unas por gusto, otras por encargo, se reúnen por vez primera con una cuidadosa selección que termina de rescatarlas de esa caja de zapatos en las que las destinó el autor, ese enemigo de la vida pública, modesto y huraño.
Rulfo es un narrador nato y demuestra que también puede prescindir las palabras para relatar la historia de su país, su vida, él mismo. No habrá que urgar mucho para encontrar referencias a sus libros, pero también diferencias, y para disfrutarlas ambas.
Valiosas en si mismo, las fotografías corroboran y complementan su obra, las particularidades de la expresión de ese ser que traduce el silencio en imágenes narrativas y literales. No lo dejen ir.
Briseida Alcalá 