Joe, un soldado veterano convertido en sicario, sufre los embates de una red de corrupción y perversiones cuando acepta rescatar a la hija de un senador en You Were Never Really Here.
Lynne Ramsay construye su filme con una actuación impecable de Joaquin Phoenix, que se brinda entero al atribulado Joe que le valió el merecido premio al mejor actor en Cannes.
Con un bagaje emocional por toneladas, Joe sobrevive entre mecanismos de aislamiento aprendidos como heredados que toman forma en flashbacks sobrecogedores que no distinguen la alucinación del recuerdo.
Secuencias de acción brutales y espléndidamente montadas le inyectan adrenalina a un filme que sabe también aportar momentos contemplativos y servirse de recursos estilísticos diversos como las cámaras de seguridad que retratan el rescate, logrando después una bellísima secuencia acuática con reminiscencias de entierro vikingo.
Perfectamente musicalizada, la banda sonora a cargo de Jonny Greenwood complementa con electrónica y momentos a la Bernard Herrmann, secuencias brillantes logradas por una cámara mano muy emparentada con el videoclip que aporta dinamismo a una existencia llevada siempre al límite.
Marcado por la crianza, rematado por la elección, Joe deambula con la brutalidad como excepción a la emoción, que la directora contrarrestra con el reconocimiento que se establece como lazo entre él y Nina, la niña que rescata.
Abuso, violencia, maltrato y estupro marcan toda biografía, pero no siempre la determinan. No la dejen ir.