El fulgor a menudo imperceptible de lo cotidiano y todos sus mínimos encantos en una poesía tan impresionante como serena, la de Wisława Szymborska.
La contradicción coexiste con la naturalidad que siempre le es propia y en la cualidad mística de la poesía y la filosofía oriental; resignificadas por la cicatriz histórica de su natal Polonia. Así se logra
la aprehensión extraordinaria del instante a través de un existencialismo tan iluminado que con naturalidad se aparte del desánimo.
El desencanto de la memoria la entrega a la calma inconcebible que caracteriza la eternidad.
Con la atrocidad de la autopercepción da forma a poemas que son un sentido homenaje a las pequeñeces que conforman la grandeza de la vida; calma, pero no indiferente, su poesía posee atributos lenitivos.
La fatalidad es advertida y afrontada con la buena cara que exigen los peores de los momentos. La decepción se esquiva para trocarla por el éxtasis mesurado de la contemplación de la vida.
En una visión así nada resulta baladí, el entramado de insignificancias conforma la sustancia de toda vida, la individual y la compartida.
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Briseida Alcalá
Detrás de mí están mis libros, detrás de mis libros estoy YO.
Busco siempre la aventura del color, el aroma y el sabor.
