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Sonetos

Posicionado en el papel del bardo, Shakespeare narra en 154 poemas la historia de un amor, ofreciendo sus versos como un homenaje que permanece.

La forma poética amorosa por excelencia, el soneto, encuentra en William Shakespeare un practicante exquisito, quien expresa en verso endecasílabo su legendaria sabiduría, sapiencia que se confiesa capaz de leer en los ojos de un hombre sus misterios. 

Cifrado y hermético, como la auténtica poesía, la identidad de sus protagonistas y la naturaleza de sus relaciones se mantienen en la insinuación y la sospecha. El poeta es masculino y también su musa, deseo que raya en lo prohibido y que si natura torna inaccesible al ser amado, a través de la poesía el amante encontrará el goce de volverlo inmortal.

El recorrido inicia en la reconvención para lograr la procreación, arma única contra la tiranía del tiempo. Los distintos matices del sentimiento se expresan en el resto de los sonetos, los celos, la obsesión, la pasión, el dolor, el goce, el abandono, la incertidumbre, el otro. La dama negra, personaje místico que hace su aparición en el soneto 127 puede ser integrante de un triángulo amoroso entre el poeta y su amado o bien, una representación de la fama, las buenas costumbres, la convención o hasta la auténtica musa.

Los sonetos ofrecen una contraparte al resto una vasta y magnífica obra, ya no la visión del mundo sino la de la eternidad, la singularidad opuesta a la universalidad, el sentimiento amatorio como umbral de la inmortalidad. No lo dejen ir.

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