“Ríe y el mundo reirá contigo; llora y llorarás solo”
― Ella Wheeler Wilcox
Segunda entrega de la trilogía de la venganza, Park Chan-wook orquesta en Oldboy un elaborado juego del gato y el ratón cuando un hombre es liberado de su cautiverio de 15 años, para en tan sólo 5 días resolver el misterio de la identidad y las motivaciones de su captor.
Oh Dae Sue, el protagonista, es un pelmazo insufrible, borracho y entrometido, con una lengua muy suelta, quien en la piel de Choi Min Sik alcanza un espectro de lo señorial a lo patético en una interpretación brindada y extraordinaria.
El director logra una estética distintiva mediante la utilización de metraje de archivo, pantalla dividida, linealidad interrumpida, un ritmo dispar y un largo voice over en el que Oh Dae Sue relata la suma de sus desgracias. Otro de sus aciertos es la construcción de personajes memorables brindándoles características distintivas, como el alocado corte de cabello del protagonista, y la asignación de distintos colores a los personajes principales, particularmente el morado a Woo Jin Lee, el villano.
Inolvidable también el magnífico plano secuencia de casi 3 minutos de duración en que Oh Dae Sue combate en el pasillo de un edificio y donde el director demuestra su maestría.
Otro de los mejores aspectos del film es la banda sonora, talento siempre reluciente en la filmografía del surcoreano, quien por medio de intrigas, misterios, excesos, furores, vueltas de tuerca, relaciones familiares retorcidas y principalmente una encarnizada vendetta logra retratar la extraordinaria permanencia de nuestras más oscuros impulsos. No la dejen ir.
Briseida Alcalá 