Con humor y lucidez Witold Gombrowicz, contorsiona hasta reapropiar la forma en Ferdydurke.
Pepe, un hombre de 30 años, sufre un retroceso físico que lo convierte en un muchacho de dieciséis, evidenciando físicamente su condición íntima de precoz e inacabado.
El suceso lo someterá a la tutela de la familia y la escuela, instituciones fundamentales para el adoctrinamiento en la convención que mantienen y conservan.
La forma, ese molde que se evidencia desde la faz de todo individuo, se revela aquí como la imposición social de los modales, el rito, el mito, el rango y el mal llamado buen gusto. La inmadurez, el otro eje temático del libro es para el autor sinónimo de una búsqueda que cuando perenne no encuentra otra recompensa que la incomprensión y el rechazo.
El relato es original y también provocador, Gombrowicz utiliza las palabras para mofarse de la imposición, utilizándolas como una contorsión que busca en la risa la liberación de una acusación de infantilismo que lo cuestiona y lacera. Una mueca que ríe en el grotesco absurdo que le impide llorar, mientras reafirma que sólo el status de inacabado permite la posibilidad de seguir creando. No lo dejen ir.