Gus Van Sant ilustra con Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot el humor como mecanismo de expiación desde la biografía de John Callahan.
Basada en las memorias del dibujante, la película narra su vida a partir de tres ejes temporales entrecruzados que tienen como centro el recalcitrante alcoholismo que lo extravía hasta casi perderlo. Como el cartoon que retrata en la primera secuencia su evolución, la película se concentra en los personajes claves de su hundimiento, recuperación, y gradual ascenso, con todo y las consabidas recaídas.
El trabajo de ensamble es notable, destacando Jonah Hill como el sponsor güru, Rooney Mara como la cálida fisioterapeuta y Jack Black,en un rol breve pero complejísimo como el rostro de la desgracia. Mención aparte merece el siempre memorable Joaquín Phoenix, quien por la limitación física del personaje depende en su interpretación de la mirada y la inflexión.
La banda sonora de Danny Elfman resulta una contribución inesperada, con un jazz animado y disperso que no complementa las imágenes, dialoga con ellas, acorde particularmente en secuencias dramáticas o en aquellas que muestran la silla de ruedas rauda del protagonista.
Siempre genuino, Van Sant logra imprimir un tono particular al filme, acorde con el protagonista, con el humor ácido que se burla del desconsuelo. La película retrata sus desgracias personajes como motivos que no excusas para refugiarse en la adicción e incorpora también animaciones de sus dibujos que añaden al discurso con la representación de un aspecto fundamental de su personalidad. No la dejen ir.