
David Pablos disecciona en Las Elegidas las redes familiares donde el crimen es herencia, oficio y tradición; revelando la urdimbre de corrupción, vileza, explotación e intereses que desemboca en la prostitución.
Sofía es la primera víctima de Ulises, el débil aprendiz y la insegura conciencia de una familia dominada por el padre, cruel capo local, dueño y señor del burdel y sus vidas; con el hermano mayor como segundo al mando, heredero y sucesor, maestro de la vileza. Participantes todos del ensayado engaño de un romance montado y repetido para seducir y encandilar jovencitas, logrando apoderarse de su voluntad con promesas vacías. El conflicto dramático surge cuando Ulises se descubre enamorado de ella y se niega a entregarla.
La historia de amor de a poco se diluye entre el denso fango de la lacerante realidad, de la enseñanza y formación de víctimas y victimarios. Ninguno quedará exento del terrible trance. Encuadres sobrados simbolizan la inmensa soledad de los protagonistas, atrapados en la imposición de padecer y soportar la farsa.
El tratamiento es excelente, la sensación de realidad impregna la cinta, y utilizando los vastos recursos del lenguaje cinematográfico se afronta la sordidez, podemos evitar mirar, pero es imposible que evitemos escuchar. Las actuaciones son consistentes y la agradable musicalización contrasta con el resto de la miseria representada.
El resultado es un un filme necesario y estimable por su capacidad para abordar todos los aspectos de la historia, un retrato excelente de esa existencia que como un kraken con tentáculos descomunales los retiene y sofoca a todos. No la dejen ir.