Lienzos de luz capturados por una cámara de cine que otorga a la imagen fija movimiento.
Las minas brasileñas de Sierra Pelada resumen la historia de la humanidad, rostros sonrientes y contraídos construyen un paisaje humano de cuerpos fuertes y nervudos, entre ellos brota otro rostro, uno más maduro y sensible, el del fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, a quien Wim Wenders retrata en este documental.
La interesante anécdota de su gestación vale la pena repetirse. Wenders se sintió fascinado por la obra del brasileño cuando por vez primera observó su trabajo en una galería. Años más tarde intentó construir este documental que curiosamente ya estaba siendo filmado por Juliano Ribeiro Salgado, hijo mayor de Sebastião. Los tres decidieron embarcarse en un esfuerzo grupal que ha dado como resultado un filme nominado al Óscar como mejor documental y que formó parte de Un Certain Regard en Cannes.
El director tiene el tino de no entrometerse demasiado dejando al espectador ante las poderosas imágenes que “hablan por si solas”. La composición, la textura, la técnica, el contraste, el tema, pero sobre todo el magnífico uso de la luz convierten sus fotografías en lienzos que plasman lo mejor y lo peor del mundo.
Viajero empedernido, Salgadorecorrió los continentes para retratar las otras américas, el conflicto serbio, la crisis migratoria europea, el incendio de los pozos petroleros y la matanza y la hambruna en África; señalando y denunciando las terribles injusticias que finalmente lo convencieron de que éramos unos animales sin remedio. Desanimado volvió los ojos a su propia tierra, la granja paterna donde pasó su infancia y a la que junto a su esposa, cómplice y principal motor dedicó sus esfuerzos. La recuperación del paisaje le devolvió el interés por la fotografía pero enfocando su lente ya no a la denuncia social sino a la vida salvaje.