Stefan Zweig realiza un estudio de la obsesión a través de una de sus emociones básicas, el temor.
Doña Irene, la protagonista, es una burguesa que habita los altos círculos de la Viena de principios del siglo XX, con la comodidad como tara, que combate con una infidelidad, que la divierte en su frivolidad.
Su arrogancia es prontamente castigada cuando comienza a ser extorsionada por una desconocida. Así comienza su despeñarse por el abismo que el autor captura con maestría. La mezcla de culpa y vergüenza se convertirán en un cáncer que se expande hasta trastocar y perturbar por completo su existencia, pues la angustia que consume a la protagonista la forza a correr más riesgos para evitar ser descubierta. El temor es entonces terror con un vértigo que destila suspense en una persecución psicológica donde el auténtico verdugo de la existencia es la consciencia. No lo dejen ir.
Briseida Alcalá 