A veces su corriente crece y te saca a flote, se funde contigo para inundar tu cuerpo con deliciosas sensaciones, otras la crecida te arrastra con brío para hundirte, demostrándote lo frágil que eres.
A veces el Mar está picado, y ola tras ola te azota. Es imposible ver, moverse, respirar.
Eventualmente se calma, pero te ha arrastrado con tanto ímpetu por tanto tiempo que para sobrevivir no puedes más que flotar.
