Localizar la fuente del dolor de su hijo lleva a Saori Mugino a una cruzada contra un maestro violento en una sociedad hermética y tradicional donde la verdad es secundaria, lo que importa es el respeto.
La película retoma el tema central de la filmografía del director, Hirokazu Kore’eda, la familia, y sus bases, más allá de la condición biológica, que en la amistad entre dos niños parece responderse como la pertenencia.
El guión de Yuji Sakamoto, es uno de los mejores aspectos del filme (fue galardonada en el 76.º Festival de Cine de Cannes), con misterios que se sustentan en la hondura temática y filosófica del tratamiento, relaciones personales, taras sociales y el descubrimiento inmenso que significa crecer y también perder.
Los diálogos no construyen el filme sino las imágenes, las actuaciones contenidas de una cultura disciplinada y tradicional, en la que se respeta y se preserva la institución que representan escuela, sociedad, masculinidad y familia.
La poesía del filme se expresa en sus imágenes, establecida en el diálogo entre incendios artificiales y fuerzas naturales, como la del agua en forma de lluvia, tromba, tormenta, en un combate sin palabras que construye y crea al mismo tiempo.
Giros argumentales, subtextos y vueltas de tuerca nos hacen pensar y sentir con hilos que el director vuelve cuerdas que toca, junto a la sensibilidad de todos los actores, particularmente las de los niños; Hinata Hiiragi está estupendo como Yori, un pequeño encantador, mientras Sōya Kurokawa se descubre junto a nosotros, con toda la potencia de callar que sopla en una trompeta en una de las mejores escenas del filme.
La verdad resulta secundaria cuando se enfrenta a la felicidad y a la libertad. Me encantó.
Briseida Alcalá
Detrás de mí están mis libros, detrás de mis libros estoy YO.
Busco siempre la aventura del color, el aroma y el sabor.

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