Dante y Virgilio, Amado Nervo se interna en busca del objeto del afecto, con la poesía como puente y barca, para surcar los anegados terrenos del inframundo en la amada inmóvil.
Monotemático, pero no monótono, el poemario es un largo y conmovedor lamento que se come el tiempo en las representaciones infinitas de la nostalgia perenne de la ausente. Vacío incolmable que sólo satisfacerá otra muerte, la suya.
Muerta, esa palabra se la arranca, para sumirlo en una condena que equipara la ausencia con distancia, dejándolo condenado a la vida. En una segunda espera, ya no más por la venida, sino por la partida. El poeta persiste aferrado al dolor, como la última, única evidencia de su ya mortal existencia.
Vivir se torna intolerable, apenas un trámite más de la inercia cotidiana. El enamorado es entonces otro penitente. Alma en pena que vaga condenado a vida. Por medio del poema evocar es también invocar. Una larga y constante plegaria al altísimo es toda ocasión de persistencia y resistencia. La fe del tamaño de un grano de mostaza que conseguirá el milagro de volver a reunirlos, en la improbable creencia por la eternidad.
Si les interesa pueden leerla en línea aquí. No lo dejen ir.
Briseida Alcalá 