Juan Carlos Onetti explora la soledad como vía para la libertad en La vida breve.
La narración parte de un desapego que enfrenta la crisis de edad madura de Juan María Brausen, hilados con el argumento de cine que se escribe, la relación que abandona y con el fortuito descubrimiento de una mujer cuyas particulares tragedias conoce y después engrandece.
El autor logra con el relato un sumergirse profundo entre la imaginación y la voz de la conciencia, con una lucidez exquisita que le permite sustraerse con saltos entre realidades en los que por medio de la creación, confunde hasta mezclarse con un segundo y tercer alter ego.
Juanicho se disocia de ese modo en Arce, el misterioso amante de la Queca, la mujer cuya desgracia otea, y también en Díaz Grey, el médico que apenas consumido se ve inmerso en un triángulo amoroso que resulta cuadrado.
Un amor evoca a otro, un encuentro a una despedida, los rivales, las mujeres, los amigos, todas las versiones de él mismo se entremezclan como piezas en un tablero existencial que entre la imaginación y la conciencia forjan el único espacio que es posible habitar: la soledad. No lo dejen ir.