
Un matrimonio inglés viaja a Nápoles para intentar vender la villa que su tío recién fallecido tiene en el lugar. Con un nuevo pero no mejor comienzo, pronto comenzarán las suspicacias y los reclamos, ella altiva, él orgulloso, se reconocerán ajenos y extraños, mientras se contemplan en los ojos de una región vetusta.
Ingrid Bergman y George Sanders brindan su prestigio y carisma al filme, a través del cual Rossellini retrata su país desde la óptica del extranjero, mientras gradualmente los desmorona a ellos y a su relación con atinadas variaciones en el tono.
Entre la historia y la mitología se revela una Italia satisfecha con la porción menos grata de su ser, los tiranos, los sátiros, los tiranos, los volcanes y hasta los cadáveres.
Sin las distracciones y ocupaciones del hogar, el conflicto sentimental se vuelve también existencial. El dolor de las desavenencias y la incomprensión se afronta en el refugio volviendo la mirada hacia otro lado, en la forma de affaires emocionales o imaginados. Las diferencias se volverán grietas y no puntos de apoyo, hasta cambiar sus nociones preconcebidos del país, de su unión y de ellos mismos, para permitirles el lujo supremo de por vez primera, realmente mirarse. No la dejen ir.