
Nicolás Echevarría invoca y evoca un momento tan confuso como duro, no del encuentro sino de la colisión de culturas que deformaría a conquistadores y nativos para fundirlos en algo diferente y desconocido, nuevo.
Emplazamientos cuidados y la naturalidad de una cámara cuasi documental consiguen la sensación de atemporalidad que permiten sumergirnos en la narración, basada en las memorias del explorado español, Álvar Núñez Cabeza de Vaca.
El conflicto del personaje principal radica en la convergencia. Transformado y trastornado; atrapado entre fuerzas incompatibles e intolerantes, se deja de ser uno sin llegar a ser totalmente el otro.
Tinieblas, sangre, fuego, bruma; la fotografía es subyugante, el diálogo poco importa, ininteligible en su mayoría forma apenas parte del desvarío, murmullos salvajes, quejidos lastimeros, el castellano monólogo insensato que nadie escucha, apenas un elemento más de la cacofonía que terminarán de dar forma a este delirio, uno del que aún no despertamos.
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