
La última voluntad de una madre moribunda es que su hijo regrese a su pueblo natal a buscar a su padre y que le haga pagar caro su olvido. Su destino final lo llevará al desencuentro, al pasado fatídico de los habitantes del pueblo, a volverse uno con los muertos.
Los recuerdos se agolpan con fuerza y pronto no se vive más en el presente, sino en una sucesión desordenada y confusa de pasado, que prosigue a la muerte. Cada rincón esconde una historia, una particular tragedia, los muertos no soportan el olvido y vagan susurrando sus penas, como esos espejismos que provoca el calor, los remolinos de tierra, el hambre, imágenes difusas que traza el horizonte y que nunca aclaran.
Se trata de un eco de muchos ayeres, un regresar que nos dice que nunca se han ido, que el dolor los ata a esa tierra, cuna de su desgracia. El tiempo está revuelto, los murmullos se confunden con el silencio. ¿Alguien escucha? Soliloquio, monólogo, nunca diálogo; delirio de ausencia, tristeza, desasosiego.
Una respuesta a «Pedro Páramo»
[…] surgido de la mitología, hasta el tono de murmullo que remite a la piedra de toque que es siempre Pedro Páramo, desde ese país que habitan sólo los muertos, que emergen desde el olvido al no me acuerdo. […]
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