En un entorno rural y desolado, una anciana persiste la dureza de los días con una vaca por todo compañía y sustento.
Emotivo y onírico, el cortometraje transforma con el lenguaje cinematográfico la sencillez de la anécdota en un filme entrañable, emparentado con el realismo mágico.
La fotografía está muy bien cuidada, y se representa la inmensa soledad de la protagonista y de su existencia precaria a través de encuadres sobrados del agreste paisaje. Dentro la seguridad de su casita pequeña y miserable, receptáculo de recuerdos de tiempos más felices.
Los personajes están muy bien construidos y la dirección de actores incluye la proeza de dotar de identidad y carisma a la vaca. Tara Parra brinda una gran interpretación, transmitiendo la extrañeza y la esperanza con la fuerza de la mirada y con diálogos genuinos.
El tema musical está igualmente a punto, y en armonía con las imágenes, particularmente en la conclusión, donde aparecen los elementos fantásticos, para tornar la congoja inicial en el final poético de un filme impecable. Recomendado.
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