Consternados, un leñador y un monje se resguardan de la lluvia en un antiguo templo, mientras meditan turbados el asesinato de un hombre y la deposición que al respecto han presenciado y presentado. La tormenta cae inclemente asimilando el tono atribulado de sus corazones, confundidos ante la maldad y la perfidia a la que asisten. El viejo templo los resguarda, como mudo testigo de la destrucción que los hombres se infligen unos a los otros.
Pronto se les une en el refugio un tercer hombre, con un temperamento cínico que no comprende su aflicción. Le tomarán por juez impar a la narración de tres confesiones encontradas, cada una de las cuales disfraza la verdad.
Una época terrible como todas las épocas, hambruna, injusticia, destrucción: un hombre encuentra la muerte mientras cruza el bosque junto a su esposa, los únicos testigos y sospechosos son la mujer y Tajômaru (interpretado por Toshirô Mifune con la feroz impetuosidad que lo caracteriza) un ladrón célebre por rapaz y libertino.
Un guión complejo toma forma con largos flashback que dan cuenta del pasado en versiones distintas de lo ocurrido, sin recursos formales que las distingan, excepto variaciones sutiles del tono que en la primera adueñan el dinamismo de una cámara que repta desde distintos ángulos para abrirse paso entre la espesura de bosque y embustes, capturando un Sol afanado en brillar entre la nubosidad, mientras Tajômaru narra su versión de los hechos.
Dócil y lastimosa, la dama narra otra historia, donde lejos de ser fiera y seductora, como es inicialmente descrita, se transforma en la víctima de las villanías e injusticias de un pícaro y de un egoísta puritano.
Con recursos propios de la idiosincrasia nipona acude también a rendir testimonio la propia víctima, en voz de una vidente que logra con su trance un momento de dramatismo espléndido.
Dos vistosas secuencias de acción opuestas muestran el combate entre los hombres, narrado por Tajômaru; el encuentro es formidable y lo presenta taimado y conquistador. Cada contrincante exhibe arrojo y pericia en 23 cruces de espada que sólo tienen un vencedor. El segundo está lejos de ser tan halagador; rayando en el patetismo los combatientes tropiezan y titubean, prolongando su torpeza el encuentro mientras abanican, caen y manotean.
Salvaguardando honor y reputación los hechos se enturbian. El misterio se prolonga cuando un cuarto par de ojos clamen haber visto todo y la honradez entregue una oportunidad de ser completamente sincero.
Contradicción, inexactitud y falacia se mezclan en un relato intrigante de antagónicas perspectivas.
CLÁSICO.
Si les interesa pueden verla en línea aquí.

Briseida Alcalá
Detrás de mí están mis libros, detrás de mis libros estoy YO.
Busco siempre la aventura del color, el aroma y el sabor.

One reply on “«Análisis de Rashōmon: La Subjetividad de la Verdad en el Cine Japonés”
[…] curioso, dos de los relatos incluidos conformaron el guión de la película homónima de […]
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