Shichinin no samurai

A la manera de una épica, Akira Kurosawa conjuga en Los siete samuráis, dos tradiciones que en el Japón imperial raramente se cruzarían: la de los guerreros y los campesinos. Uniendo oriente y occidente con su particular estética y un tratamiento universal para una historia nipona.

Entre la historia y el mito, el guión tiene cabida para la batalla, la amistad, la comedia, el romance, la aventura, el peligro: Cansados y temerosos, los habitantes de una aldea campesina, buscan la ayuda de un grupo de samuráis para defenderlos de los saqueos de los bandidos que han sembrado el terror en la zona. 

Planteado el conflicto, el desarrollo es largo pero no lento. El ritmo es preciso, permitiendo el desenvolvimiento de la historia y de los personajes. Las distancias iniciales de a poco se resuelven y tocados y trastocados la unidad se impone antes del enfrentamiento. 

El folklore está presente sin convertirse en exotismo, planteado con naturalidad para el ojo curioso, pero sin volverlo el tema central que la aparte y distingue de otras obras del cine nipón. La banda sonora demuestra también este espíritu cosmopolita de su director, mezclando orquestación con instrumentos tradicionales, con un resultado hermoso y justamente colocado.

Inteligente y entretenida, la conclusión es emocionante y hasta poética, conservando en todo momento ese equilibrio entre tradición y vanguardia, que la convirtieron en un clásico del cine. No lo dejen ir.