
Luis Buñuel lanza un sortilegio contra la burguesía para posar su ojo sobre la decadencia de sus miembros, quienes una vez privados de la pompa que los reviste se ven reducidos prontamente a meras bestias.
El filme narra los eventos acontecidos luego de que un aciago orden aprisiona a un grupo creso dentro de los límites de la mansión de uno de ellos. Lugar de reunión para una encantadora velada que tornará en pesadilla. No pasará mucho tiempo antes de que las buenas maneras sean reemplazadas por la desesperación y la barbarie, sin otra salida que la resistencia o la muerte.
El director transforma en hado la Providencia, nombre de la calle donde se encuentra la residencia e imagen dominante de la primera secuencia. Una urgencia inexplicable de abandonar el lugar se apodera de los criados, quienes abandonan la casona “como ratas antes de que se hunda un barco”, quedando para servirles únicamente el fiel Claudio.
Buñuel utiliza la anécdota para exhibir la miseria inherente a la condición humana, nunca más evidente que durante las estrecheces, alzándose el estrato más básico del animal humano.
La fotografía de Gabriel Figueroa embellece lo abyecto, logrando a pesar de su premisa un filme elegante, rematado en una estampa de la miseria de una plasticidad exquisita.
La fascinación del director por las repeticiones se hace presente junto a los destellos surrealistas que contribuyendo a la creación de un filme tan enigmático como interesante y lo confirman como un creador siempre insólito, nunca falaz.
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