
Con The Hateful Eight, Quentin Tarantino introduce el misterio en el western, lo adereza con la gloriosa Ultra Panavisión 70, un magnífico score a cargo de Ennio Morricone, un gran trabajo de ensamble y por supuesto una buena dosis de violencia.
Un prólogo particularmente largo nos permite conocer los personajes y las condiciones que los llevan a encontrarse: “La horca”, el cazarrecompensas, el sheriff, la prisionera, el verdugo, el mexicano, el vaquero y el confederado, reunidos y confinados buscando refugio de una inclemente tormenta, ¿o no?
Con la clara intención de prescindir de un protagonista en el sentido clásico del término, Tarantino trabaja el encierro en condiciones casi teatrales, utilizando la panavisión para mostrar lo que ocurre en cada rincón de la habitación.
Más allá del mérito por recuperar dos leyendas cinematográficas, la Ultra Panavisión y a Ennio Morricone, que por cierto, demuestra que su talento se mantiene intacto y el resultado además de ser excelente le merecerá un aluvión de premios; el director encamina su conocimiento enciclopédico del cine y su innegable entusiasmo por el mismo para construir un filme que homenajea al western mientras trata al mismo tiempo de renovarlo.
A tono siempre, el grupo de actores mantienen la sensación de peligro e intriga. Destacando junto a Samuel L. Jackson y Kurt Rusell, la participación de Jennifer Jason Leigh, con el único rol femenino y a la altura de toda la testosterona de la historia.
A pesar de su duración de casi tres horas y lo trágico de lograr siempre una proyección en su formato original, la película complacerá a los entusiastas del director, del western y del cine, que apreciarán su compromiso y genuino amor por el séptimo arte. No la dejen ir.