A un espíritu libre no lo sujeta ni la voluntad ni el destino en Jacques el fatalista de Diderot.
Quijote invertido, el libro se aboca a desafiar con humor e ingenio las convenciones de una época y un estilo con un narrador deficiente que holgado y atrevido cuenta lo que le viene en gana acerca de lo que acontece a un amo y su criado, con roles en todo tiempo invertidos.
Sancho iluminado, Jacques es un hombre en apariencia ordinario que obediente a su filosofía recorre una vida trazada en las alturas, con una mente aguda que ejerce un espíritu libre.
Velero y veleta, Jacques surca los mares de la existencia dejándose arrastrar pero no amedrentar por los vientos que soplan en cualquier dirección, con un convencimiento recalcitrante que opone el absurdo al sinsentido.
De ese modo el significado no se descifra pero se elude, cubriéndose de un sentido que se ignora pero se apropia, para dejarse conducir por las infinitas formas con las que se presenta la circunstancia. Sin que eso lo prive de decidir, menos de actuar, con una mezcla de flema y granujería.
Con espíritu crítico, Diderot se zafa de la preocupación de la acción con una antinovela que ejerce su derecho de narrador, para sujetar al papel los repliegues de la realidad, libre de las convenciones de un género que no le ajusta para cuestionar costumbres, valores, falsedades y personajes con un humor sagaz y socarrón.
Aventuras y desventuras poco importan, el narrador las irrumpe o abandona para probarse por encima de las reglas de un género que lo sofoca y forjarse en el propio semi dios que rige ese destino que Jacques acepta y nosotros como lectores debemos también. No lo dejen ir.
Briseida Alcalá 