
Sam Mendes captura en Revolutionary Road el desencanto de la vida adulta en el arrobamiento, la vertiente y la agonía de una pareja aparentemente perfecta.
Jóvenes, inteligentes, atractivos y en forma, Kate Winslet y Leonardo DiCaprio son los protagonistas ideales, arquetipos del sueño americano. Admirados y envidiados, víctimas de unas aspiraciones que de a poco se convierten en frustraciones.
Basada en la novela homónima de Richard Yates, situada también en 1955, el tratamiento la revitaliza y actualiza permitiendo presentarles en las primeras secuencias como parte de la masa informe que representa la existencia de media clase.
El guión apela a por lo menos 3 o 4 conflictos, reflejando dilemas personales, sentimentales y laborales. Los diálogos son excelentes, inteligentes y creíbles particularmente en las riñas domésticas. Enérgico ir y venir de advertencias y reclamos.
Con una linealidad entrecortada el director mezcla las bendiciones con la desdicha. Utilizando el flashback para, durante la primera parte de la película, ir y venir entre el éxtasis y el declive.
Leonardo DiCaprio está espléndido, brindado por completo en la piel de Frank, un tipo encantador y ambicioso, frágil pero también irascible y manipulador. Kate Winslet en uno de sus mejores roles, como April, Madame Bovary moderna. El chasco de la insoportable realidad materializándose y afianzándose para aplastar sus aspiraciones, sueños e ilusiones.
La insatisfacción es el hilo conductor de la cinta, evidenciada también en la sexualidad de la pareja, en la que los encuentros son breves e inquietos.
La paternidad es un matiz desdibujado que sólo en segundo plano pesa en sus existencias; en Frank es el apremio por escapar a convertirse en su progenitor y en April el ancla que machaca el ala.
Los personajes secundarios refuerzan la trama principal, destacando la participación de Michael Shannon, como un matemático desequilibrado, entrometido e impertinente, capaz de señalar ya no el guijarro sino el pedrusco en cada zapato.
El tema musical mínimo y redundante calza perfecto, igual que el cuidado puesto en la fotografía y la totalidad de la realización. La película no deja cabo suelto, rematando con un final que no dejará a nadie indiferente. No la dejen ir.